viernes, 18 de febrero de 2011

Levantar la puntería

Por Jack Duluz

La carrera electoral y sus consecuentes operaciones mediático-politicas, lógicamente, copan y coparán las marquesinas hasta octubre. Pero entre tanta hojarasca suceden demasiadas cosas que extrañamente pasan desapercibidas y tienen absoluto correlato con los posicionamientos políticos adoptados por las distintas fuerzas en pugna, de cara a los próximos años. Dicho esto debido a los pobres planteamientos elaborados sobre todo desde el arco opositor, que se suponen, son superadores de la etapa actual.

Días atrás, a finales de enero, la majestuosa Turín fue noticia y no por la Juventus: los trabajadores de la planta Mirafiori de FIAT aprobaron un régimen insólito basado en el recorte de sus derechos. La movida, que contó con el respaldo de empresarios y sectores de izquierda, significa un retroceso peligroso que tendrá un estruendoso eco en el resto del mundo y que ya se había iniciado a principios de enero en otra instalación de la mega empresa situada en Pomigliano, al sur de Italia. El ardid, ya apolillado de la automotriz fue la amenaza de trasladar las plantas a otros lugares del mundo porque los números no le cerraban, así de simple. Turín, uno de los bastiones de la izquierda italiana -núcleo de los autonomistas y brigadistas-, ciudad que transpiraba industria -y por ende, repleta de proletariado- y musa de Antonio Gramsci, cambiará para siempre: los propios operarios (6 de cada 10) aceptaron reducirse los salarios, endurecer las condiciones laborales, correrse del convenio colectivo de los metalúrgicos. Se trata de un golpe simbólico -y no tanto- a la mandíbula del progresismo y la izquierda dura peninsular, de esos difíciles de tragar, porque determinan que la punta del facón ya atravesó la piel y nadie sabe hasta dónde puede llegar el mango. Y, evidentemente, es una muestra cabal de que la sociedad de ese país bajó los brazos, se rindió. Siempre es posible empeorar.

Sin embargo, sería muy cómodo desde lo analítico apuntarle los cañones a un impresentable como Berlusconi. El drama, pues ya no se trata de un problema, es que desde el carozo económico de la Unión Europea como son Alemania y Francia, ya se impulsa con ímpetu la puesta en marcha de un eufemístico plan de competitividad que en realidad lo que intenta establecer es la lisa y llana intervención en los procesos de negociación colectiva sindical, la flexibilización del empleo y la reducción del salario mínimo. En España, por ejemplo, los sindicatos pelean para que el Gobierno no sea "tan duro" con quienes pretenden acceder a los seguros de desempleo y ayude a facilitar una  reinserción laboral que parece quimérica. Sarkozy, Merklen, Berlusconi y Cameron, están firmes y son respaldados en las urnas. Le Pen crece, Rajoy amenaza con arrasar al partido de Zapatero, que de socialista y obrero nada tiene. Roberto Begnini y Nanni Moretti, dos actores, son la cara de la oposición del Cavaliere. Los inmigrantes son los nuevos destinatarios del odio ante la crisis. Como se ve, la cosa va en serio.

Fronteras afuera, las hoy deprimidas potencias europeas junto a EEUU -que dicho sea de paso, no para de empapelar el mundo de dólares para paliar sus propias flaquezas- anunciaron su intención de regular los precios del mercado de las commodities para frenar la suba de los alimentos a escala mundial, que vaya novedad, no es patrimonio del Gobierno K ni de las políticas del polémico Guillermo Moreno. El hoy defenestrado Fondo Monetario Internacional advierte en un informe que a escala planetaria, durante el último semestre, los productos alimenticios se dispararon un 35%. La FAO (Organización para la Agricultura y la Alimentación) señala que los niveles se encuentran en los más elevados desde que existe una medición de ese tipo (1990). El núcleo duro de Occidente hará lo posible para ajustar las clavijas y presionar en pos de sus intereses, que siempre, a lo largo de la historia, se han contrapuesto con los del denominado mundo subdesarrollado. Por ende, el panorama para economías como la Argentina no es de lo más alentador.

¿Y entonces, qué hacemos desde el sur del mundo? En primer término, levantar la puntería, ser buenos entre nosotros, sacarse las anteojeras y evitar comer pan-con-pan. En materia sindical, es claro entonces cuál es el objetivo discursivo instalado desde los medios -y acompañados por un abanico político que va desde el radicalismo al neoliberalismo del PJ disidente y el PRO- es emular el modelo europeo en pos de atraer inversiones e ingresar al mundo. Por eso, a tener mucho ojo cuando se ataca indiscriminadamente a la corporación sindical -aunque muchas veces sea más que razonable y justificado hacerlo- porque queriendo o no lo que se hace es dispararle a un modelo -imperfecto, obviamente- que no tiene parangón en los países vecinos respecto a la toma de decisiones, a la configuración del poder local y a la participación de los trabajadores en la distribución del ingreso. Retomando: mientras en las vísceras de Europa se tiende a la disgregación gremial y a una flexibilización sin precedentes, en la Argentina los gerentes de las metalúrgicas se afilian a SMATA para ganar como los laburantes, se planteó como nunca una pelea sin cuartel contra el trabajo esclavo y el no registrado, los piquetes de Moyano y otros es para mejorar la calidad de vida de los que trabajan no para evitar caerse del sistema como en Mirafiori, las paritarias se desarrollan con normalidad pese a las turbulencias lógicas de la negociación, se baten record de producción y consumo. Al menos, da para pensarlo.

Respecto a las commodities, hay que estar bien alertas. Una regulación impuesta por el poder financiero mundial afectaría directamente al hueso de los países emergentes y sus posibilidades de crecimiento autónomo. La estrategia argentina de oponerse a tal iniciativa junto a Brasil en el G-20 apunta a defender la economía del bloque Mercosur de esos ataques, ya que la región puede llegar a correr grandes riesgos si la jugada europea-norteamericana prospera. No sería de extrañar que se refloten, en versión reciclada, acuerdos comerciales harto desfavorables para así integrar las economías globales en pos del beneficio de toda la humanidad. Pese a los pronósticos agoreros, la producción de nacional de alimentos crece y provee de divisas a un Estado que ha tomado fuertes decisiones intervencionistas y que necesariamente debe seguir haciéndolo.

Por eso, como se dijo, hay que observar bien lo que sucede alrededor, saber dónde uno está parado y escuchar con atención qué es lo que se ofrece a nivel dirigencial con todas estas variables que, sin dudas, marcarán el rumbo de la calidad de vida de los argentinos en los próximos años.

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