lunes, 2 de mayo de 2011

La ética siempre triunfa


Por Osvaldo Bayer

Estos últimos días han servido para ratificar aquello tan sabio de que finalmente la Etica triunfa en la Historia. La eliminación del nombre del atroz coronel Falcón de la Escuela de Cadetes de la Policía, y del de otros policías conocidos delincuentes contra los derechos humanos básicos de otros institutos policiales, es un paso delante de nuestra democracia. Todos nombres impuestos por dictaduras y aceptados servilmente por los gobiernos que le siguieron. Basta recordar que el coronel Ramón Falcón –el mejor oficial de Roca en el genocidio de los pueblos originarios llamada Campaña del Desierto– fue quien ordenó la masacre de Plaza Lorea del 1º de Mayo, el Día de los Trabajadores, de 1909. Y están sus declaraciones ante la prensa justificando que dio la orden de abrir el fuego contra las columnas obreras que recordaban a los Mártires de Chicago –aquellos luchadores increíbles por las jornadas de las ocho horas de trabajo– “porque los obreros en vez de llevar la bandera azul y blanca llevaban la bandera roja”. Qué delito para el señor coronel argentino. Lo que hay que saber es que en aquellos años la bandera roja era la bandera del gremialismo. Pero para el bestia uniformado eso ya era un delito. Lo más increíble fue que su nombre se exhibió hasta hace pocos días como patronímico de la Escuela de Cadetes de la Policía, lo que nos dice qué ejemplo tenían esos cadetes en cuanto a la ética de la vida.

Pero el señor coronel asesino de obreros y de pobladores originarios de estas tierras todavía tiene un monumento en las calles Callao y Libertador, de esta Capital. Justo el lugar donde se ha dispuesto que se levante el monumento al gran Astor Piazzolla. Algo muy merecido porque este músico fue un genio que revolucionó el tango. Todos aplaudimos esta resolución porque ésos son los modelos que merecen estar en el bronce. También los músicos, los poetas, los científicos, los maestros y todos aquellos de mano abierta que lucharon por un mundo con niños sin hambre y familias con techo. Y no siempre los uniformados, como acostumbramos. Y lo bueno del monumento al gran Astor es que tendrá nada menos que esta leyenda:

“Ya sé que estoy piantao, piantao, piantao

No ves que va la luna rodando por Callao;

Que un corso de astronautas y niños, con un vals,

Me baila alrededor...¡Bailá! ¡Vení! ¿Volá!”

La letra de Horacio Ferrer, que alguna vez cantamos todos.

Pero ahora viene lo más importante. Nadie quiere que al lado de Piazzolla esté el monumento a ese coronel asesino de obreros. Sería un insulto a la memoria del músico. Así como se tuvo el coraje civil de quitarles el nombre a instalaciones policiales de enseñanza, de la misma manera habría que mandar ese bronce a una fundición para que con ese metal se haga en un barrio bien proletario un monumento a los obreros asesinados aquel 1º de mayo de 1909. De otra manera sería manchar el arte tan profundo de ese músico genial poniéndolo al lado de un fusilador del pueblo. Nos gustaría que el gremio de los músicos diera varios conciertos en ese lugar como protesta ante la presencia del coronel manchado de sangre al lado de ese músico que comprendió tan profundamente la música de Buenos Aires. Entonces sí que vamos a ir a gritar allí: “¡Viva la música, mueran las balas!”.

Y ya está naciendo una conciencia popular de revisar la historia y no aceptar lo que siempre dictaron los dueños del poder económico y político. Por ejemplo esto: en Belén, Catamarca, sí justo allí, los pobladores han comenzado a apoyar un proyecto de cambiar el nombre del asesino Julio Argentino Roca por el del poeta local Luis Franco. Un poeta con todo el sabor de esas regiones de cielos tan azules y montañas que nos observan.

Eso, podríamos decir, es amar la vida.

Y de Catamarca a Quilmes: allí se acaba de publicar el proyecto de ordenanza municipal para cambiarle el nombre a la avenida 12 de Octubre por el de avenida Pueblos Originarios. Luego de explicarse los fundamentos jurídicos, culturales e históricos se añade que el nombre de 12 de Octubre es “un homenaje a una fecha que inauguró el genocidio étnico y cultural más importante de la historia de la humanidad, y luce obsoleto y dañino respecto a los pueblos originarios. Que, por el contrario, se considera oportuno reparar a las naciones que son nuestros orígenes desde su incorporación a la nomenclatura pública municipal”.

Es un justo pedido porque los españoles no llegaron al nuevo continente para traer paz, cultura y libertad. Todo lo contrario: los pueblos originarios fueron sometidos a las formas más brutales de esclavitud, como la mita, el yanaconazgo y la encomienda. Lo dice Manuel Belgrano en su proclama a los pueblos originarios en la que les dice: “He venido a restituirles los derechos de libertad, propiedad y seguridad, de que por tantas generaciones han estado privados, sirviendo únicamente a las rapiñas de los (españoles) que han gobernado”. Y como a los conquistadores europeos no les bastaba la esclavitud de los originarios, trajeron miles de esclavos africanos bajo el yugo del látigo y el arcabuz. Por eso es lamentable que, en vez de tener a un héroe de nuestra independencia frente a la Casa Rosada, tengamos nada menos que a Colón. En vez de estar allí un gaucho de nuestra independencia o el abrazo de nuestros dos grandes libertadores: San Martín y Bolívar. Es exactamente lo mismo cuando vemos las mejores calles arboladas de Belgrano con el nombre de los virreyes españoles mientras el gran héroe libertario Túpac Amaru tiene una callecita de pocas cuadras.

Y en eso tiene razón Demián Konfino cuando propone que el continente americano no lleve el nombre por Américo Vespucio –uno de los tantos “descubridores”– sino que debería llamarse Tupacamaria, en nombre del hombre que quiso liberar estas tierras de sus esclavizadores y por eso fue condenado a la más horrible de las muertes cometidas por los seres humanos. Occidentales y cristianos.

Pero el ser humano no se rinde. Lo demuestran los trabajadores de Luz y Fuerza de Córdoba, quienes ante la quita del nombre de Agustín Tosco a la avenida de circunvalación de la capital cordobesa por las autoridades se pusieron a preparar una pieza teatral-musical en honor a ese inolvidable dirigente gremial en la cual trabajan 80 músicos, cantantes y coreutas. La letra de las canciones las escribió el secretario del sindicato, la música es de quien dirige el taller musical del gremio. Esta forma artística será tal vez la mejor forma de recordar a ese luchador infatigable que fue Tosco y el mejor homenaje a su memoria.

Y otro triunfo también, en la Feria del Libro. En estas contratapas escribimos que el ministro Torres, de la provincia de La Pampa, había prohibido la presentación de los libros Pampa Libre, de Jorge Etchenique, y las poesías de ese poeta grande del sur que se llama Edgar Morisoli, en una obra de Ana S. Galván. Pues bien, la Casa de Santa Cruz, a cargo de Mario Metaza, anunció que ellos estaban dispuestos a que, en su stand se presentaran esos dos libros tan representativos de la cultura pampeana. Eso se llama decir un rotundo no a toda censura que creíamos terminada con la caída de la dictadura militar. Mientras tanto, esos libros serán presentados en la editorial Acercándonos, el 6 de mayo, a las 17 horas, en el stand 138, pasillo 1, del pabellón Azul.

Triunfos de la democracia. Triunfos de los que piensan en la libertad y la solidaridad. Como fue la fiesta en Azul, en la escuela 503, cuando allí se cambió el nombre del genocida Julio Argentino Roca por el hermoso apodo de Arbolito, el ranquel que vengó a sus hermanos ranqueles. Fue algo inolvidable, como tocar el cielo con las manos, una fiesta con la alegría espontánea de los alumnos, la nobleza de sus docentes, el apoyo del propio intendente y el pueblo, puro pueblo. Sí, fue como si todos los perseguidos de nuestra historia, lo repito, pudieran tocar el cielo con las manos.

Pero todo esto no tendría valor si no se soluciona el problema de los Qom que acampan en la 9 de Julio y la Avenida de Mayo: los nombres de nuestros días de Libertad. No se puede ignorar su situación. Nos está mirando el mundo. Los responsables tienen que pensar que si no se hace justicia, esto pasará a la historia nuestra. Vuelvo a repetir: la Etica siempre triunfa. No se puede ignorar el drama de estos legítimos hijos de la tierra.

Diario Página/12, domingo 1 de mayo de 2011.

jueves, 24 de febrero de 2011

Ojo con el humo verde


El ambientalismo garpa, no hay dudas. Pocos discursos tienen semejante llegada social porque, a decir verdad, no es muy difícil oponerse a la transformación de las aguas en lagunas de Cindor pútridas y a la violación sistemática y confinamiento de los pingüinos de Mozambique (?). Sin embargo, en países dependientes como el nuestro, esta construcción simbólica puede resultar bastante tramposa. Enarbolado por las progresías urbanas y las buenas conciencias de las ONG, su intervencionismo moral (a decir de Tony Negri) en la escena pública desconoce -siendo buenos- u oculta una toda una trama de intereses y de poder que son trascendentales para aprehender  e interpretar parte del cuadro de lo que solemos llamar “realidad”.

Habría que interpelar a quienes levantan con fanatismo los estandartes verdes sobre qué modelo de nación pretenden y cómo inscribirla en el plano internacional. El peligro del ecologismo bobo radica en que llama a la inmovilidad político- gubernamental a la hora de tomar decisiones geopolíticas que forman parte del abecé necesario para un desarrollo pleno, siempre postergado gracias a los poderes históricos vernáculos y apéndices de los de ultramar; por ende, esa postura más estética que política resulta claramente funcional al poder concentrado transnacional.

No, gracias muchachos, paso. Esa historieta se las regalo a los partidos verdes europeos nacidos y fortalecidos después del fracaso del realismo socialista. Los comunistas, con mucha vergüenza, le fueron dejando lugar a esas sectas que tienen como estandarte a Daniel Cohn Bendit, el "rojo" del Mayo Francés, hoy reconvertido en un europarlamentario: cabal evidencia de porqué por aquellos lares los Berlusconi, Sarkozy, Merklen, Cameron, Rajoys y otros derechistas gozan de perfecta salud. Vaya la salvedad de Brasil, donde nada menos, salieron terceros enviando a Dilma a segunda vuelta poniendo en riesgo el proceso iniciado por Lula. Un llamado de atención para toda la región, al igual que cierta utopía indigenista radical muy arraigada en los países andinos.

La Argentina, para fortalecer su posición en el mundo, emplear más mano de obra y reducir la pobreza, necesita de industrias, no hay demasiada vuelta. Y para más industrias, se precisa más energía (nuclear, hidroeléctrica, gasífera), que a su vez, la militancia ambientalista cuestiona desde el vamos sin importarle demasiado la complejidad de la cuestión. En el interior del país, sobre todo en las provincias más pobres, los Estados tienen un rol preponderante en la creación de empleo y en las relaciones tutelares de sus sociedades, justamente, por la falta de alternativas para su gente: sin papá Estado la cosa se complica y es allí cuando muchos compatriotas deciden amucharse en los centros urbanos para vivir no de la mejor manera. El quid de la cuestión se encuentra en que en las provincias están los recursos naturales que deben ponerse en marcha -con criterio, seriedad, evitando el saqueo y los desastres, obviamente-, porque es inadmisible desde lo moral e ideológico presuponer que el país se tiene que convertir en un gran parque nacional. ¿Y qué le damos a la gente de morfar? ¿Cómo engrosamos la denostada caja del Estado si no se produce, exporta o consume? Después, encima, esos mismos agudos observadores de la realidad se quejan del clientelismo gubernamental predominante en las "atrasadas provincias".

Para colmo de males, las clases dominantes argentas cargan con la herencia parasitaria histórica nacional, eterna mendigas de subsidios estatales y nulo compromiso con el desarrollo autóctono en virtud del grosor de sus cuentas bancarias, llegando incluso a respaldar a gobiernos que después los han embromado de cabo a rabo. En ese marco, por supuesto, el desafío, creo, es establecer prioridades y no caer en el falso debate binario ambiente o industria, pero también es urgente desterrar ese berreta discurso progre verde, facilista y de fácil penetración y que desvía el eje de la discusión. Argentina debe ampliar su matriz industrial pero sin perder de vista el medio ambiente, aunque con la plena conciencia que eso sin dudas algún costo de ese tipo se deberá pagar, salvo que se quiera instaurar la purísima fábrica agraria comunal alla camboyana. La realidad, queridos amigos, siempre es más compleja que los floridos enunciados.

Jack Duluz

sábado, 19 de febrero de 2011

Correr por izquierda


Por Jack Duluz

Es asombroso. Cada vez me sorprendo más. La capacidad de algunas personas de apelar a un izquierdismo chicanero para poner en orsai o situar en evidencia como cómplice de explotación burguesa al ocasional interlocutor, es sorprendente. No importa la pertenencia partidaria. Puede ser un radical, un pinista, un socialista o un muchacho del PRO (descarto a los amigos troscos por cuestiones obvias).

Lo resonante es que siempre se puede correr por izquierda a quien, esencialmente, ocupa lugares de poder. La causa es simple: las estructuras burocráticas, las relaciones institucionales y la acumulación de fuerzas, son de derecha desde esa óptica. Como quienes suelen apurar desde la izquierda no profesan ninguna voluntad de poder y se reducen a meros fiscalizadores de la actualidad, no suelen inquietarse por disquisiciones de semejante ramplonería.

La corrida por izquierda suele hacerse desde un no-lugar, desde un sitio de privilegio en cuanto a la observación científica. Ese no-lugar es tremendamente cómodo, no sea cosa que embarrarse en la mierda política y manchar la levita. Porque, claro, cuando algo por lo cual uno llenó páginas y páginas –incluso hasta militó- se cumple pero por designio de otros, uno debe desconfiar de las intenciones. No son puras, auténticas, como las nuestras. No, señor.

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El gran problema con el que cuenta la izquierda en línea general radica en la praxis, no en lo discursivo. Es muy sencillo desembarazarse del fracaso del socialismo real tirándole los cadáveres a Stalin, Pol Pot, Mao y Ceaucescu. No es un dato menor. En todas las experiencias socialistas del siglo XX no sólo no se ahorraron mililitros de sangre ni hectáreas de alambres de púa, sino que tampoco se colaboró demasiado para mejorar la calidad de las vidas de los pobladores de esos lugares (aún con sus bemoles, quiero excluir del combo a los cubanos, tema harto discutible también pero signado por un entorno beligerante inédito en el mundo)..

En síntesis: el socialismo práctico ha sido un gran dolor de cabeza para la humanidad, hasta ahora. Y de eso no es fácil salir a la hora del debate, porque la política es la praxis para transformar la realidad y pelear por el poder. O como dijo el General, la única verdad es la realidad. El resto es helado caliente.

Días atrás, leyendo a Artemio López, me topé gracias a su recomendación con un texto de Louis Althusser que desconocía. Se llama “Dos o tres palabras (brutales) sobre Marx y Lenin” y es realmente esclarecedor. Demuele las certezas dogmáticas, sin más. Los popes del comunismo no era elegidos caídos de Neptuno con la verdad develada. Acerca el purismo, Althusser se pregunta “¿qué puede significar para un materialista, una teoría pura y completa? (…) nuestros autores, quienes se adentraron en un terreno desconocido, eran, cualesquiera fuesen sus cualidades, hombres como nosotros: buscaban, dudaban, expuestos a los equívocos, a los retrocesos, a los avances y a los errores de toda investigación. No hay que asombrarse si su obra conlleva dificultades, contradicciones y lagunas”. Hombres, solamente hombres embadurnados de la cloaca política de la realidad, no de jornadas masturbatorias infinitas.

El viejo francés reconocía, entre tantas otras cosas, que la relación del marxismo con el Estado burgués era por demás compleja, sobre todo si se sitúa el escrito: pleno descontrol setentista en todo el mundo. Allí, don Louis señala que “este problema del Estado se ha tornado hoy vital para el movimiento obrero y popular: vital para comprender la historia y el funcionamiento de los países del Este, en donde Estado y partido forman un “mecanismo único”; vital cuando se trata para las fuerzas populares de acceder al poder y de actuar en la perspectiva de una transformación democrática revolucionaria del Estado en miras a su “desaparición”.

Por último, reconociendo gran parte del fracaso socialista en el siglo, Althusser se remite a nuevas “luchas de masas, (que la dan) una nueva fuerza a su teoría, modificar la ideología, la organización y las prácticas, para abrir un verdadero futuro de revolución social, política y cultural a la clase obrera y a los trabajadores”. Y, sí, el franchute al final parece que se peronizó.

viernes, 18 de febrero de 2011

Levantar la puntería

Por Jack Duluz

La carrera electoral y sus consecuentes operaciones mediático-politicas, lógicamente, copan y coparán las marquesinas hasta octubre. Pero entre tanta hojarasca suceden demasiadas cosas que extrañamente pasan desapercibidas y tienen absoluto correlato con los posicionamientos políticos adoptados por las distintas fuerzas en pugna, de cara a los próximos años. Dicho esto debido a los pobres planteamientos elaborados sobre todo desde el arco opositor, que se suponen, son superadores de la etapa actual.

Días atrás, a finales de enero, la majestuosa Turín fue noticia y no por la Juventus: los trabajadores de la planta Mirafiori de FIAT aprobaron un régimen insólito basado en el recorte de sus derechos. La movida, que contó con el respaldo de empresarios y sectores de izquierda, significa un retroceso peligroso que tendrá un estruendoso eco en el resto del mundo y que ya se había iniciado a principios de enero en otra instalación de la mega empresa situada en Pomigliano, al sur de Italia. El ardid, ya apolillado de la automotriz fue la amenaza de trasladar las plantas a otros lugares del mundo porque los números no le cerraban, así de simple. Turín, uno de los bastiones de la izquierda italiana -núcleo de los autonomistas y brigadistas-, ciudad que transpiraba industria -y por ende, repleta de proletariado- y musa de Antonio Gramsci, cambiará para siempre: los propios operarios (6 de cada 10) aceptaron reducirse los salarios, endurecer las condiciones laborales, correrse del convenio colectivo de los metalúrgicos. Se trata de un golpe simbólico -y no tanto- a la mandíbula del progresismo y la izquierda dura peninsular, de esos difíciles de tragar, porque determinan que la punta del facón ya atravesó la piel y nadie sabe hasta dónde puede llegar el mango. Y, evidentemente, es una muestra cabal de que la sociedad de ese país bajó los brazos, se rindió. Siempre es posible empeorar.

Sin embargo, sería muy cómodo desde lo analítico apuntarle los cañones a un impresentable como Berlusconi. El drama, pues ya no se trata de un problema, es que desde el carozo económico de la Unión Europea como son Alemania y Francia, ya se impulsa con ímpetu la puesta en marcha de un eufemístico plan de competitividad que en realidad lo que intenta establecer es la lisa y llana intervención en los procesos de negociación colectiva sindical, la flexibilización del empleo y la reducción del salario mínimo. En España, por ejemplo, los sindicatos pelean para que el Gobierno no sea "tan duro" con quienes pretenden acceder a los seguros de desempleo y ayude a facilitar una  reinserción laboral que parece quimérica. Sarkozy, Merklen, Berlusconi y Cameron, están firmes y son respaldados en las urnas. Le Pen crece, Rajoy amenaza con arrasar al partido de Zapatero, que de socialista y obrero nada tiene. Roberto Begnini y Nanni Moretti, dos actores, son la cara de la oposición del Cavaliere. Los inmigrantes son los nuevos destinatarios del odio ante la crisis. Como se ve, la cosa va en serio.

Fronteras afuera, las hoy deprimidas potencias europeas junto a EEUU -que dicho sea de paso, no para de empapelar el mundo de dólares para paliar sus propias flaquezas- anunciaron su intención de regular los precios del mercado de las commodities para frenar la suba de los alimentos a escala mundial, que vaya novedad, no es patrimonio del Gobierno K ni de las políticas del polémico Guillermo Moreno. El hoy defenestrado Fondo Monetario Internacional advierte en un informe que a escala planetaria, durante el último semestre, los productos alimenticios se dispararon un 35%. La FAO (Organización para la Agricultura y la Alimentación) señala que los niveles se encuentran en los más elevados desde que existe una medición de ese tipo (1990). El núcleo duro de Occidente hará lo posible para ajustar las clavijas y presionar en pos de sus intereses, que siempre, a lo largo de la historia, se han contrapuesto con los del denominado mundo subdesarrollado. Por ende, el panorama para economías como la Argentina no es de lo más alentador.

¿Y entonces, qué hacemos desde el sur del mundo? En primer término, levantar la puntería, ser buenos entre nosotros, sacarse las anteojeras y evitar comer pan-con-pan. En materia sindical, es claro entonces cuál es el objetivo discursivo instalado desde los medios -y acompañados por un abanico político que va desde el radicalismo al neoliberalismo del PJ disidente y el PRO- es emular el modelo europeo en pos de atraer inversiones e ingresar al mundo. Por eso, a tener mucho ojo cuando se ataca indiscriminadamente a la corporación sindical -aunque muchas veces sea más que razonable y justificado hacerlo- porque queriendo o no lo que se hace es dispararle a un modelo -imperfecto, obviamente- que no tiene parangón en los países vecinos respecto a la toma de decisiones, a la configuración del poder local y a la participación de los trabajadores en la distribución del ingreso. Retomando: mientras en las vísceras de Europa se tiende a la disgregación gremial y a una flexibilización sin precedentes, en la Argentina los gerentes de las metalúrgicas se afilian a SMATA para ganar como los laburantes, se planteó como nunca una pelea sin cuartel contra el trabajo esclavo y el no registrado, los piquetes de Moyano y otros es para mejorar la calidad de vida de los que trabajan no para evitar caerse del sistema como en Mirafiori, las paritarias se desarrollan con normalidad pese a las turbulencias lógicas de la negociación, se baten record de producción y consumo. Al menos, da para pensarlo.

Respecto a las commodities, hay que estar bien alertas. Una regulación impuesta por el poder financiero mundial afectaría directamente al hueso de los países emergentes y sus posibilidades de crecimiento autónomo. La estrategia argentina de oponerse a tal iniciativa junto a Brasil en el G-20 apunta a defender la economía del bloque Mercosur de esos ataques, ya que la región puede llegar a correr grandes riesgos si la jugada europea-norteamericana prospera. No sería de extrañar que se refloten, en versión reciclada, acuerdos comerciales harto desfavorables para así integrar las economías globales en pos del beneficio de toda la humanidad. Pese a los pronósticos agoreros, la producción de nacional de alimentos crece y provee de divisas a un Estado que ha tomado fuertes decisiones intervencionistas y que necesariamente debe seguir haciéndolo.

Por eso, como se dijo, hay que observar bien lo que sucede alrededor, saber dónde uno está parado y escuchar con atención qué es lo que se ofrece a nivel dirigencial con todas estas variables que, sin dudas, marcarán el rumbo de la calidad de vida de los argentinos en los próximos años.

martes, 8 de febrero de 2011

La progresía nacional


Por Jack Duluz


Ser progre es toda una marca, una posición. Aventuro que hoy día no es más que una postura estética (dietética), un conjunto de clichés y slogans políticamente correctos que buscan cierto grado de repercusión provocativa o transgresora. Es entrecomillar seguido desde un “me parece que…”. Así todo, el difuso concepto de lo progre, no deja de ser una cara distinta de la moneda liberal acentuada con la muerte de los “grandes relatos” anunciada por Lyotard y compañía, donde dentro de la atomización de “causas” (?) caben la militancia –con las ONG como punta de lanza- pro marihuana, la defensa de los pájaros violetas de la Cachemira y de los caballos arriados por cartoneros, entre otros ejemplos sustanciosos. Encuentran su razón de ser en los centros urbanos, se declara anticlerical y portador de una verdad que no se sabe bien qué significa, pero que contiene un aire de superación a la hora de la entonación o armado de enunciados que destila maravillas y genialidades. Un progre argentino, es un liberal de izquierda a la norteamericana, he dicho y que venga el Belgrano Cargas de frente (?).
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El progre se indigna ante la injusticia, ante un mundo canalla, ante la deshonestidad, ante muchísimas cosas más. Pero no se indigna no así nomás. Lo hace desde un reservorio moral que lo tiene como protagonista excluyente y quien se atreva a cuestionar su intrincado e inmaculado itinerario corre con riesgos de los fuertes: ser acusado de traidor, de ladrón y de cuanta fechoría uno imagine. Desprecia al “poder”, sin situarlo/identificarlo aunque sea por aproximación a “algo. No. Puede ser desde un gobierno sudaca a una ballenera noruega.
A su vez, ante cualquier sacudón provocado por las tensiones del mundo real no duda en desmarcarse y desde afuera de la escena arrojar misiles dialécticos donde lava su conciencia, porque, como buen liberal, tiende a recluirse en su ser. El espejo de Narciso no lo falla nunca. Las culpas, las zancadillas, las canalladas, siempre son de los otros, jamás del progre porque no se embandera; a lo sumo, si lo hace, es temporario porque seguramente a quien dice respaldar lo invadirá en algún momento la ambición, el negociado o cualquier otro sentimiento maligno e irracional que determinará su eyección del grupete.
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La tradición progresista nacional tiene una fuerte impronta de la Revolución Francesa que tuvo como ejemplares sobresalientes a los jacobinos de Moreno en los albores de la Nación. Netamente eurocentrista y liberal, pone el acento en la necesidad imperiosa de arrancarle a las masas indolentes la necesidad de aferrarse a las cadenas de la opresión, por medio de la “educación”, a modo de clarividencia. Así de superados actuaron los Moreno y compañía (con muchos aciertos y valentía harto comprobada), como también lo fue Alberdi hasta que apareció Rosas y pateó el tablero de lo hasta ahí conocido, con sus muchas luces y sus muchas sombras.
La progresía nacional de entonces fue tenazmente unitaria, racista, vanguardista. El rosismo fue el enemigo a vencer durante décadas, a punto tal, que su odio a la figura de ese (controvertido, obviamente) caudillo popular los llevó a respaldar el bloqueo anglo-francés emblema de Obligado, actos de sabotaje y de cipayismo difíciles de tolerar.
De esa banda de iluminados por los libracos europeos, Esteban Echeverría fue de los personeros más destacados durante los años del Restaurador. En el célebre “El Matadero”, arroja varias puntas que ayudan mucho a la hora de interpretar el pensamiento de esa progresía incomprendida por las masas populares. Allí, relata, desde la incomprensión total, que “el pueblo de Buenos Aires atesora una docilidad singular para someterse a toda especie de mandamiento”; que “varios muchachos gambeteando a pie y a caballo se daban de vejigazos o se tiraban bolas de carne, desparramando con ellas y su algazara la nube de gaviotas que columpiándose en el aire celebraban chillando la matanza. Oíanse a menudo a pesar del veto del Restaurador y de la santidad del día, palabras inmundas y obscenas, vociferaciones preñadas de todo el cinismo bestial que caracteriza a la chusma de nuestros mataderos, con las cuales no quiero regalar a los lectores”. Es la animalidad, el asco moral ante tanta mugre, ante tanta chusma, como dice el cajetilla unitario que termina reventando como escuerzo, donde la “fuerza y la violencia bestia  (…) son vuestras armas; infames. El lobo, el tigre, la pantera también son fuertes como vosotros. Deberíais andar como ellas en cuatro patas”. Echeverría, escribió el “Dogma socialista.
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El socialismo en la Argentina es la expresión más contundente de la estirpe progre a nivel organizativo, partidario. Ya llegaremos. Antes, cómo dejar de lado la historia progresista de los Mitre-Sarmiento-Roca. Imposible. Mitre, fundador de La Nación, reivindicado por la historiografía marxista argentina en el siglo veinte producto de su comprobadamente erróneo método (?) del devenir.
Sintéticamente, como fue quien llevó adelante el corrimiento de las estructuras políticas y culturales precapitalistas (la de las provincias, las del Interior, las populares), no lo quedaba, gracias a las gambetas de la dialéctica,  otra que llevar el estandarte civilizador y capitalista, lo que determinaría la aparición paulatina de proletarios, que en los años subsiguientes, concretarían la revolución social (¿???????????). Roca, por caso, expulsó al representante del Vaticano en el país. Qué decir del sanjuanino que no se conozca.
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Ya a fines del siglo XIX aparecía el PS –se anunció, eh- y todo cambiaba. Como se dijo, el equipo de Juan B. Justo fue el emblema de la progresía bienpensante. Casualidad o no, su periódico se llamó “La Vanguardia”, toda una declaración de principios. Tuvo un aporte valioso a la política vernácula, pero siempre desde ese mismo lugar iluminado reforzado por las corrientes inmigratorias que arribaban al país y que acarreaban en sus harapos tradiciones comunes (volvemos: la llama progre es eurocentrista y netamente liberal). Para su pesar, el relato histórico no difería demasiado del liberal/oficial aunque “desde otro lado” se diferenciase. Jamás penetraron en esas masas morochas del “atrasado” interior, caudillista, hispánico, esclavista. Pero, como se reiteró,  de arraigo popular, poco y nada a pesar de haber obtenido el primer diputado de América bajo ese signo como fue Alfredo Palacios. Su cientificismo se fue por las cloacas.
El yrigoyenismo populista fue enemigo del socialismo y lo confinó a un sitio de permanente crítica pero de escasos logros concretos a pesar de ser quienes estuvieron en “la vanguardia”. Tras la Década Infame y la irrupción del peronismo, quedaron en orsai para nunca más volver, de la mano de sus primos lejanos radicales: golpismo, desprecio por lo popular, alianzas con lo peor de la sociadad. Por eso resultan tan poco creíbles cuando esgrimen los trapos del “convencimiento ideológico” y no del “oportunismo de las alianzas”.
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Esa tradición, perdura. Tras el fracaso alfonsinista, la progresía (con el intermezzo del PI en los ’80) encontraría en pleno menemismo su razón de ser en cierto frentismo difuso que iba desde la incipiente CTA hasta lo que finalmente se conocería como el Frepaso. Para muchos, la ecuación cerraba por todos lados: el gobierno más entreguista de todos los tiempos levantaba el estandarte peronista. Allí, muchos progres de estirpe simiesca gozaron, como los Frepaso. Ésta última expresión política, compuesta por ex pejotas, comunistas y demases sueltos, es un emblema en cuanto a lo años que nos tocan vivir. ¿Si el Frepaso no es progre, qué otra cosa puede serlo? Nada: porteños, bienhablados, claritos de piel, pregoneros de la honestidad.
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Y hoy subsisten entre nosotros. Nos dan lecciones de vida, de moral, de buenas costumbres. Nos adoctrinan con honestidad, desde lejos, sin mancharse, desde su inviolable individualidad. No usan levita ni galeras. Hoy piden “free pot”, liberación de las mujeres islámicas, que “ningún pibe nace chorro” (¿Alguno nace garca, facho, solidario, peronista o biólogo?). Se enojan fácilmente, suelen recaer en la autodenigración permanente, se sienten incomprendidos por culpa de la ignorancia, la prepotencia y las avivadas de los advenedizos.
Nos enseñan. Nos educan. Están más allá, comprometidos con lo que les sucede. Algún día, construirán un mundo mejor.

jueves, 13 de enero de 2011

Zoncera N° 13 Este país de m...

Al tilingo la m... no se le cae de la boca ante la menor dificultad o desagrado que les causa el país como es. Pero hay que tener cierta comprensión para ese tilingo, porque es el fruto de una educación en cuya base está la autodenigración como zoncera sistematizada. Así, cuando algo no ocurre según sus aspiraciones reacciona, conforme a las zonceras que le han enseñado, con esta zoncera también peyorativa.
La autodenigración se vale frecuentemente de una tabla comparativa referida al resto del mundo y en la cual cada cotejo se hace con relación a lo mejor que se ha visto o leído de otro lado, y descartando lo peor.
Jorge Sábato me cuenta que en Nueva York, recibido por un grupo de norteamericanos a quienes acompañaba un argentino, le faltó tiempo a éste para preguntarle como primera noticia de su Patria: —"¿Buenos Aires siempre lleno de baches?" Jorge le dijo: —"Si, hay muchos y te podés romper una pierna. Pero si aquí te metés en el subterráneo después de las cinco de la tarde es casi seguro que te rompen algo... ¡Bueno, todo va en gustos! Yo prefiero romperme una pierna... y en un bache".
Pudo agregarle que si se metía en Harlem podría ser víctima de la discriminación racial del poder negro, como podría serlo del poder blanco un "negro" argentino que se metiera en Little Rock.
Sin embargo, lo que pasa en el subterráneo de Nueva York, en ciertos barrios de Chicago o en Detroit entre negros y blancos, no nos autoriza, ni a los norteamericanos ni a nosotros, a suponer que eso solo —y los demás aspectos desagradables— den la imagen total de los Estados Unidos. Y mucho menos a un norteamericano, que de ninguna manera dirá que su patria es un país de m... Seguramente pensará a la inversa. Tampoco le ocurrirá al francés, al alemán, al suizo, al inglés o al chino; no excluyo que haya zonzos en todos estos países, pero no en la cantidad que aquí y en posiciones dirigentes. Seguramente estarán más cerca de nuestro guarango, aquel que mide por el tamaño del bife la significación de lo nuestro. Ya lo veremos a éste, el que canta con Gardel "Mi Buenos Aires querido...".
Y aquí viene otra zoncera, que es la de afirmar que Buenos Aires está mal nominado porque tiene un clima intolerable. Lo cierto es que Buenos Aires sólo tiene 50 días, a lo sumo, de calores fuertes y no alcanzan a 60 días los fríos o lluviosos, a los que opone una temperatura media, una abundancia de días luminosos, de cielos increíblemente azules y de noches maravillosamente estrelladas, como creo que hay en pocas ciudades en el mundo. Pero el tipo, en cuanto transpira un poquito y no puede estar en Mar del Plata o en Punta del Este, sólo atina a decir: "¡Esta ciudad de m...!".
En otros libros he hablado de estas dos actitudes opuestas entre el detractor y el guarango sobrador. La de este último es constructiva y no se apoya sobre una derrota previa. La fanfarronería —más porteña que argentina— es susceptible de corrección. ¿Pero cómo corregir al tilingo que es el fruto buscado de una formación mental a base de zonceras peyorativas que con el respaldo de próceres al caso, ha afirmado nuestra inferioridad como punto de partida inseparable de su "civilización"?
El técnico que se evade con contrato afuera, de preferencia en dólares, es uno de los que más emplea la expresión. Y también el que la justifica. Se comprende al primero pues tiene la mala conciencia de saber que se va del país sin devolverle lo que éste le ha dado. (Nuestro estudiante universitario cree que su papá, o él mismo, si la trabaja de self made man, son los que le han pagado la carrera cuando en realidad no han contribuido sino con una alícuota ínfima porque aquí la enseñanza universitaria es un servicio público. Así en lugar de creerse deudor cuando se gradúa, se cree acreedor).
Lo mismo que el evadido pontifican los que lo defienden desde la prensa. No es sólo la Argentina sino el mundo entero quien proporciona técnicos al país de más recursos y de técnica más adelantada. Dicho sea en favor de los mejores de éstos que muchas veces van a perfeccionar sus conocimientos para luego retornar. Pero los justificadores de los evadidos para hacerlo apelan también a la denigración. Ahora somos un país de m... porque no los retenemos. Hace 25 años para la misma gente, cuando los técnicos se importaban porque no los había, éramos un país de m... por la razón inversa.
Pero en realidad se trata siempre del juego de la mentalidad colonial.
Después de la guerra los técnicos de los países vencidos se propusieron trasladarse en gran cantidad a la Argentina que se encontró, en razón de su neutralidad durante el conflicto, con la posibilidad de adquirir gran parte de la técnica alemana. En cuanto comenzaron a venir, algunos, los Santander y demás yerbas imputaron nazismo al gobierno que posibilitaba su venida e hicieron una campaña de difamación destinada a impedir que la Argentina adquiera ese capital. Entre tanto los rusos y los norteamericanos se los disputaban técnico por técnico valiéndose desde el soborno hasta el secuestro, y grande ha sido su contribución, tanto en los Estados Unidos como en la Unión Soviética, para el desarrollo tecnológico de los mismos. Después de la revolución de 1955 los pocos técnicos germanos que vinieron tuvieron que huir. ¿Adónde? A Rusia o a Estados Unidos. Y esto contó con el apoyo de la prensa que ahora se aflige por la evasión de técnicos. Como se ve, en este caso más bien que de un complejo de inferioridad se trata de una clara actitud de agentes provocadores.
¡Este país de m... que da refugio a los técnicos nazis! ¡Este país de m... que permite la evasión de sus técnicos! Palos porque bogas y palos porque no bogas.
En este momento se está renovando la cañería de gas de la calle Esmeralda, donde vivo. Y los mismos vecinos que protestaban porque escaseaba el combustible protestan ahora porque se están haciendo las obras que lo darán en abundancia. ¡Y siempre este país de m...! Lo dice el vecino y lo dice el conductor de vehículos que tiene que desviarse y el pasajero del colectivo. Ningún órgano de opinión se preocupa de explicarle a la población que las constantes aperturas de calles —por el gas, la electricidad, las obras sanitarias, etc.— tienen su causa lógica en que Buenos Aires se modernizó justamente a principios de siglo y de un solo golpe en la parte céntrica, por lo cual también al mismo tiempo termina la vida útil de las instalaciones dentro del radio céntrico. No así en los barrios cuya urbanización se escalonó en el tiempo.
Con un poco de amor al país todos los órganos de publicidad debían dar esta explicación pero no lo hacen porque subconsciente o conscientemente piensan que este es un país de m... y hay que provocar lamentos y no afirmaciones optimistas. En la misma página o en la siguiente nos informan que París se está blanqueando íntegramente, o de cualquier obra de progreso que se realiza en otro lugar del mundo, con los mismos inconvenientes transitorios para los pobladores... Pero cuando se trata de lo que ocurre en el exterior no se trata de un país de m... sino todo lo contrario.
No pretendo, caso por caso, señalar el empleo de esta amable, si que escatológica imagen del país, pero interesa a través de lo referido señalar cómo hay una natural predisposición denigratoria que no es otra que el producto de una formación intelectual dirigida a la detractación de lo nuestro. El lector no tiene más que hacer memoria, y verificar en él mismo, el continuo uso que hacemos de la expresión. Porque también, yo pecador, empecé de niño fenómeno:

En el cielo las estrellas,
en el campo las espinas,
etc., etc.
Y ya crecidito más de una vez salí con lo de este país de m...

(Arturo Jauretche, Manual de zonceras argentinas, Zoncera Nº 13 Este país de m..., pp. 96-99)

miércoles, 5 de enero de 2011

El Pibe Cabeza


Un seguro adorador del gran capital, diría él, pa' provocar nomás, Coca en mano

La nota de Martín Pérez que descubrí lotra noche (Chinaski Wiesler, un gusto) sobre el enorme uruguayo de apellido Escanlar y seudónimos anónimos. Escritor, periodista, multifacético, que oí nombrar por primera vez en una de las primeras La Mano. Y que no conocí ni conoceré porque su último paro cardíaco lo levó hace más de un mes. Pero me gusta como suena: e-nor-me, como su infinita tesis antibucólica del "Montevideo enchufado", esa que anticipó, sería 2004 2005, en su ensayo "Montevideo bizarro". Porteños, LTA (La tenemos -bien- adentro)

Por Martín Pérez

Hace poco más de una semana, Gustavo Escanlar murió de un paro cardíaco en su ciudad, Montevideo, a los 48 años. Surgido de las filas del periodismo alternativo de los ’80, entre la rebeldía, el dark y el malditismo, también se fue convirtiendo en un personaje mediático querido, odiado e irritante. Escribió varios libros de poemas, cuentos y novelas que lo ubicaron en el realismo sucio y bien urbano, como Oda al niño prostituto, Estokolmo y La alemana. También había participado de la antología McOndo. Absolutamente crudo, sincero y confesional, su obsesión literaria era perforar la imagen de una Montevideo tranquila, provinciana y sepia.

Ahí está el dedo medio bien extendido, detrás del plástico que cubre su pecho desnudo, y ese rostro con los ojos cerrados y un rictus extraño. Ojeroso, mal afeitado y de pelo corto, no hay ninguna placidez en el rostro de un Gustavo Escanlar que se despide como corresponde antes del sueño eterno. No en vano en alguna entrevista, cuando le dieron a elegir entre Clash y Sex Pistols, su respuesta fue Sid Vicious. Cinco años atrás, aquella foto formó parte de una producción para una entrevista de tapa publicada por la revista uruguaya Freeway. A pesar de su contundencia, con Escanlar en plena montaña rusa de su fama massmediática –primero como famoso de jornada completa, luego como despedido de todos los lugares que solía frecuentar–, aún por entonces fue considerada como demasiado morbosa como para ubicarla en la portada y por eso hay que buscarla en las páginas interiores. Apenas una semana después de la sorpresiva noticia de su fallecimiento por un paro cardíaco a la tan temprana edad de 48 años, es imposible no sentir escalofríos ante una imagen que, de poder hacerlo, Escanlar elegiría sin dudas para ilustrar una despedida que, allá en Uruguay, aún resulta polémica.
“Qué sponsor, la muerte”, aparece diciendo el poeta Horacio Buscaglia en uno de los fenómenos uruguayos del último tiempo, el documental Hit, que recorre el origen de los temas más emblemáticos del cancionero oriental. Autor de la letra de un himno como Príncipe azul, Buscaglia se refiere al autor de la música e intérprete del tema, Eduardo Mateo, pero la frase sirve para tanto mito celeste ignorado en vida y celebrado recién después de su muerte.
Como buen rebelde, maldito y desmitificador de tradiciones, Escanlar nunca se sentó a esperar semejante sponsor. Por eso se dedicó a lanzar dardos verbales contra toda vaca sagrada del tan estratificado escalafón cultural del país vecino, ya sea una costumbre de postal como las llamadas del carnaval montevideano –que desautoriza desde el mismísimo comienzo de su único libro editado de este lado del Río de la Plata, La Alemana (2009)–, así como un intocable como Mario Benedetti, blanco predilecto de sus desaforadas críticas desde su más tierna edad. Sin embargo, si tantas bravatas periodísticas, radiales y televisivas supieron darle una curiosa y ambivalente fama en Uruguay –así como propiciaron más de una caída en público–, recién ahora tal vez sus compatriotas dejen de lado la pereza intelectual o los prejuicios idiotas que señaló su colega y compañero generacional Gabriel Peveroni al despedirlo en el semanario Caras y Caretas, y se permitan leerlo por primera vez en serio. Y de este lado del charco, tanta revalorización condescendiente de la literatura uruguaya debería hacerle un lugar de una vez por todas a este maldito puro y duro, que insiste en mostrar desde cada uno de sus contados poemas, cuentos y novelas, el otro rostro de su Montevideo, una ciudad para nada unplugged, sino muy bien enchufada.

SIN TREGUA


“Me fui sin saludar. Me gusta irme así de los lugares, de las vidas. Así es como va a ser cuando te mueras, no te vas a despedir de nadie, vas a dejar clavado a todo el mundo, no vas a tener que dar explicaciones de nada”, se puede leer en Gritos y susurros, el cuento que cerraba la antología McOndo (1996), de Alberto Fuguet y Sergio Gómez, y que presentó la contundente escritura de Gustavo Escanlar más allá de las fronteras de Uruguay.
Por entonces, hacía tiempo que el Cabeza –como siempre lo apodaron cariñosamente sus amigos– había dejado de tener una vida normal y ordenada, de la que se jactaba a la hora de recorrer su historia. Aunque algo rebelde, había sabido ser el mejor alumno, formaba parte del coro a la hora de los actos de fin de curso, se cruzaba a Buenos Aires para ver The Wall pero –como contó alguna vez– tenía miedo de que la policía lo estuviera esperando a la salida del cine para llevarlo preso. Después, en la época de la secundaria, ya no era el mejor alumno, sino que era el periodista de su clase, y llegó a sacar un par de revistas burlonas. “Cuando me descubrieron aprendí una lección que me acompañó durante toda la vida: ante la autoridad, negá siempre.”
Aquella práctica se continuó luego en los dos números del fanzine Suicidio colectivo junto a Lalo Barrubia, que aparece en el fundacional documental Mamá era punk (1988) renegando de todas las virtudes uruguayas. También inmortalizado en la misma filmación, Escanlar formó parte de la organización de Arte en la lona, un espectáculo que congregó a todo el under montevideano en el Palermo Boxing Club, suerte de anti-festival contra la Muestra Internacional de Teatro que se estaba realizando en ese momento. Por entonces ya había abandonado los estudios de Medicina y se había embarcado en su primera polémica pública. Con Benedetti, claro.
“Justo cuando dejé la facultad, el semanario Aquí publicó una entrevista a Benedetti donde decía no sé qué de los jóvenes, medio que los puteaba, decía que estaban en otra –contó alguna vez Escanlar–. Y yo, que había leído al viejo en libros forrados para que los milicos no supieran que lo leía, que me había emocionado con La tregua y con Montevideanos, esperaba que hubiera vuelto un poco más generoso con nosotros, con los pendejos que lo llegamos a adorar y no tuvimos más remedio que comérnosla acá y que tratábamos de conseguir todo lo que hacía en Buenos Aires, o con algún amigo que viajara a Europa. Me calentó esa soberbia de don Mario y escribí una carta diciendo todas las cosas que estaban haciendo los jóvenes y que los viejos ninguneaban desde revistas como Brecha, sobre todo.”
Aquélla fue la génesis de una carrera que terminaría ubicándolo en la vereda de enfrente del periodismo cultural progre y de izquierda uruguayo. Una vereda aparentemente de derecha, pero que fue el único lugar que le dio refugio a la idea que Escanlar tenía del periodismo. “Gané un concurso de periodismo en Brecha. Mirá qué mezquindad: el primer premio lo declararon desierto. A mí me dieron la primera mención. El segundo y tercer premio también desiertos. Fui a hablar dos o tres veces con los capos de la revista. No nos entendíamos. Ellos querían que escribiera y que pensara igual que ellos. Y yo leía Cerdos & Peces”, se explicó en su momento el autor de Oda al niño prostituto (1993), su contundente primer libro de poemas y cuentos, que funcionó como su carta de presentación ante los compiladores de McOndo.

OTRO MONTEVIDEO


“En determinado momento de mi vida de clase media, me di cuenta de que todo era mentira. Me había pasado horas estudiando, horas en asambleas discutiendo, horas en los boliches hablando de la dictadura del proletariado, de Gramsci y de Foucault. Horas cogiendo en nombre de la revolución, del hombre nuevo. Sí, también leí a los beatniks y me la creí, aunque las carreteras uruguayas fueran una mierda y la rute sixty six fuera solo un serial y no pudiera ver televisión por contrarrevolucionaria y adormecedora de conciencia. Así que cuando terminó la dictadura zarpé. Me mudé solo al apartamento de la calle Salto y lo convertí en una cueva de drogos y ladrones. Los únicos que entraban ahí eran mis amigos del barrio, los que habían tomado otro camino, los que no habían elegido. Ellos sí son de verdad”, escribió el siempre confesional Escanlar en Estokolmo (1998), una novela que aún hoy le estalla en el rostro al ocasional lector, no tanto por su trama –una especie de perverso chico-conoce–chica, deudor de Tarantino– sino por la ventana a ese otro Montevideo, donde a su autor le gustaba asomarse.
“Estoy podrido. Cada vez que un diario o una revista argentina habla de Uruguay, lo hace con una mezcla de paternalismo y ternura, de piedad y buena onda”, escribió en Montevideo Bizarro, una de las pocas notas que publicó de este lado del charco, en la revista La Mano. “Primos del otro lado del río, están equivocados. Ese Uruguay de foto sepia y calma chicha que les vendemos y que ustedes, satisfechos y sonrientes, compran, ese Uruguay no existe.” El que existe en el universo Escanlar, en cambio, es un Uruguay sin discursos progres ni calles empedradas. Eso es lo que se lee en sus novelas, ya sea Estokolmo –que se supo ver en el Buenos Aires del uno a uno, pero que nunca llegó a Uruguay– o Todo lo que sé de Gala (2005), primera versión de La Alemana, una suerte de continuación de su primera novela. De hecho, aunque las separa casi una década, Escanlar confesaba que las había escrito en la misma época.
“Su arma fue la palabra, y un estilo seco que siempre impresionó por su precisión y ritmo. Pocos en la literatura uruguaya –y mucho menos en la prensa– escribieron como él, con un manejo impecable de la técnica y una capacidad para decir lo que exactamente quería, para mandar el dardo con la mejor puntería, para manejarse con maestría en el difícil borde de la ficción y la realidad”, explica Peveroni de un autor en el que, lamentablemente, el personaje mediático no le dejaba mucho tiempo al escritor. Parecía tener más tiempo para los traspiés públicos, como la acusación de plagio por una reseña publicada en Búsqueda –en la época en que no tenía casi tiempo libre, apareciendo en radio y en televisión– que tenía curiosas similitudes con otra, ajena, que se podía encontrar en Internet, publicada en Chile. O el escándalo público de un par de años atrás, que lo hizo terminar en terapia intensiva por una mezcla de sobredosis de cocaína y mala praxis médica. “Me serví un gramo entero, de una, sin repetir y sin soplar. Quedé como Juan Castro, pero me faltaba el balcón. Rabioso, sacando espuma por la boca, a medio vestir, salí corriendo por la calle, sintiendo que me perseguían”, confesó en su último e impactante artículo, publicado por la revista colombiana El Malpensante. “Terminó esa noche parapetado detrás de los estantes de un supermercado, tirándole yogures a los policías”, es como contó un admirado Jaime Bayly en su programa de televisión la anécdota que a Escanlar casi le cuesta la vida –porque estaba tan alterado, que en el hospital le inyectaron un tranquilizante que le provocó una reacción alérgica– y lo obligó, nuevamente, a empezar de cero.

NO SOMOS TURISTAS


“No sé si dormirme de nuevo, si pegarme un saque o si suicidarme. Me pego un saque. Hay quien dice que eso es suicidarse lentamente, que es el suicidio de los cagones. Me pongo a escribir. Escribir es todo lo contrario. Es la única chance que tenemos los cagones de llegar a ser eternos”, escribió en 40, su último cuento, publicado en julio del 2005, también de este lado del río, también en la revista La Mano. Por entonces, aseguraba que estaba a punto de sacar un volumen titulado 40 y otros cuentos. Pero hasta el año pasado, cuando vino a Buenos Aires a presentar La Alemana en la librería El Ateneo de Santa Fe y Callao, Escanlar no se hizo tiempo para publicar nada. Al menos en lo que se refiere a la literatura. Sí había sacado Disco duro (2008), una compilación de artículos periodísticos.
Aseguró, un año atrás, que lo último que había escrito era aquel cuento. Pero releyendo La Alemana era posible fabular con que dejaba un rato de lado el periodismo y volvía a escribir, volvía a tratar de ser eterno. Aunque viajar a Montevideo aseguraba una velada tan light como puede serlo una cena con whisky y pinchos de milanesa, parecía estar más tranquilo. Había vuelto a Búsqueda, donde disfrutaba de lanzar sus dardos indiscriminadamente. Pero también escribía más de lo que le gustaba que de lo que no. Y se quejaba porque no tenían tanta trascendencia sus gustos como sus odios. Se había casado y tenía una hija. Pero no pudo ser. Un paro cardíaco lo asaltó de golpe el jueves de la semana pasada. Pudieron revivirlo, pero finalmente falleció antes de las 9 de la mañana del viernes. El sábado pasado, en el cementerio del Buceo, sus amigos despidieron sus restos con un aplauso.
Es fácil imaginárselo como en la foto shockeante de Rafael Lejtreger, con el dedo medio bien desafiante, aun –o especialmente– en ese momento. Pero Escanlar era también un tipo querible. Y con muchos rostros. Por eso, en la misma entrevista en la que eligió a Sid Vicious, también había confesado que su canción preferida era Superhéroes, de Charly García, uno de sus ídolos incondicionales. “Ya ves no somos ni turistas, ni artistas de sonrisa y frac/ formamos parte de tu realidad”, canta Charly en ese tema, y es una estrofa que bien podría recitar ahora Escanlar, donde sea que esté, dedicándosela a sus fans y a los que no lo eran tanto.
“Si querés venir, vení –invitaba al final de aquella nota desmitificadora sobre su ciudad–. Montevideo Bizarro te espera con las luces apagadas. No vas a encontrar nada que no hayas visto allá, corregido y aumentado. Vas a encontrar, eso sí, un Uruguay más parecido a ustedes de lo que te gustaría. Mas embarrado, más berreta. Y, también, más auténtico.”
Como lo era el Cabeza.

Suplemento Radar de Página/12, domingo 21 de noviembre de 2010.

* Otra de Martín Pérez sobre la salida de su última novela, que llegó a publicar en 2009, La alemana. Acá.

martes, 4 de enero de 2011

El desafío es trabajar sobre lo que une

 Imagen que no respeta la original de la nota porque se nos canta

Por Gerardo Fernández

Noto con estupor cómo avanza esa tendencia a explorar las diferencias, a un chicaneo que, la verdad, no sé adónde puede conducir. Pareciera que ya está todo conquistado, que en consecuencia se puede tirar por la borda al que teníamos al lado hasta hace unos pocos días.
La verdad es que me preocupan tanto los progresistas que apoyan a Cristina pero entienden que el PJ es una cueva de mafiosos como los peronistas que razonando de una manera obtusa no observan que sin el concurso mancomunado de todo lo que expresa al kirchnerismo por fuera del PJ no hay victoria asegurada.
Pareciera que de un momento a otro los peronistas se olvidan del compromiso que tuvieron Martín Sabbatella y otros sectores en momentos durísimos donde no pagaba nada ser fiel a un proyecto como sin ir más lejos la 125 y parece que también muchos compañeros del EDE, tomándolo como la expresión más orgánica del kirchnerismo no peronista, olvidan que sin el encolumnamiento del PJ no hubieran habido leyes como la Ley de Medios o de Matrimonio igualitario.

La línea divisoria de aguas no puede pasar por "peronismo-progresismo" sino, en todo caso, por ver quienes están por la profundización del modelo y quienes no.
Si no somos capaces de encontrar fórmulas superadoras para encauzar el debate, priorizando las coincidencias por sobre los desacuerdos demostraremos una pobre capacidad de acción política transformadora. Siempre hemos dicho y repetido hasta el cansancio que la complejidad de la lucha y el poderío del enemigo requieren del concurso de vastos sectores del pueblo en un trabajo mancomunado. Entonces ¿Cómo puede ser que de un momento a otro nos estemos surtiendo, gastando, chicaneando entre los diversos sectores y las diversas tradiciones que conformamos este espacio kirchnerista?
No son gratis estos dardos, no pasan de largo, en algún lugar quedan y comienzan a infectarse.
¿Tan difícil es darse cuenta?

Publicado en el blog Tirando al Medio.

Felicidades


Las horas, los dias, meses y años, solo sirven para organizar nuestra memoria. Para nada más. Si no, que alguien me explique que es lo que cambia entre las diez de la noche del 31 de diciembre, cuando nos aprestamos a devorar el vithel toné, y las dos y media de la madrugada del primero de enero, cuando esquivamos una esquirla en medio de un acercamiento poco cauto a una explosión pirotécnica. Unas copas de sidra a lo sumo. No mucho más.
Le he dado vueltas al asunto y a la brillante conclusión que llegué es que, ni más ni menos, el o los cambios se producen en la cabeza de las personas. O en sus almas, lo mismo dá aquí. 
Pensemos en procesos, ciclos, momentos y toda otra gama de clasificaciones temporales que ayudan a encuadrarnos de alguna forma para no perdernos en el mar de obligaciones, plazos, límites y toda clase de cinturones del espíritu que el ser humano ha impuesto a su propio andar por la Tierra. 
Ok, la organización de la sociedad necesita de ellos para funcionar correctamente, como lo hace hoy...Pongamos que esto es así. Ahora yo digo: encontrarle la vuelta a todo este asunto, es cosa de cada cual. Ver la trama de la Torre de Babel no es tarea de magos o dioses, sino un laburo existencial que requiere más de intenciones que de experiencias, aunque estas ayuden tanto para conocerse a si mismo. A nuestros límites.
Porque ahi sí que los límites son bien visibles, dentro de uno me refiero. Sabemos o intuimos cuando algo no dá para más. Sentimos el desgarro de lo que se rompe y vamos saboreando despacio la dulzura de un comienzo. Atesoramos lo justo y necesario para poder volar, o decidimos con la inacción mantenernos aplastados en tierra firme, cargando enormes alforjas de desazón crónica. Elegimos creer en la mentira y vivir en ella, como el personaje traicionero de Matrix, o arriesgar de una vez los ojos ciegos de luz para sacar la cabeza del agujero y despegar los párpados embadurnados de intrascendencia egoísta y material. Y ver de una vez que somos esta mierda que somos, pero queremos cambiar para poder volver a cambiar, caminando, equivocandonos. Humanos y errantes.
Volvamos al calendario, a las fiestas. ¿Sirven para algo? Si, para engordar con justificación. Para cumplir, para reir, para llorar, para beber lo que no se bebió en todo el año o para continuar la chupadera, según el caso. Para verse por fuera, actuando las más de las veces. Para recordar. Y para fijar nuevos plazos ficticios.
Y lo digo no por descreído, sino porque esas metas no son más que pura bocinería cuando no hay un convencimiento profundo del cambio. De dejar vacía esa cáscara que fuimos hasta hoy, para pegar el salto y transformarnos en el fruto de nuestro propio esfuerzo interior por ser mejores personas de las que fuimos hasta ahora. 
Por eso propongo desde aqui una nueva función de estas fiestas, que coinciden para nuestros occidentales cerebros con el fin de año: un momento de reparación interior, de convencimiento de nuestras fuerzas y de verdadero compromiso con lo trascendente, con lo que nos dá  verdadera felicidad, si es posible bien lejos de cualquier objeto material y de la omnipresencia de ese gran perturbador que es el ego.
Cada uno establecerá por qué caminos andarán sus respuestas. Algunos prefieren llamarle Dios, otros las sentirán en la maravillosa brisa que dá el ser libres, y algunos más las tocaran en las manos de sus hijos. Es indistinto. Lo más importante, siempre, será saber que bajar los brazos es la opción que no debe estar en el menú navideño.
Solo así serán felices las fiestas.

Lupa 3-1-11

lunes, 3 de enero de 2011

Una foto de América Latina

Al leer Presidentes de América Latina, libro que condensa las entrevistas que hizo Daniel Filmus y emitió Canal Encuentro, se puede poner en concreto a que nos referimos con “el cambio de etapa” en la región. Desde el prólogo, el autor enumera y saca cuentas a partir de una reunión de presidentes de países miembros de la UNASUR:

“Sin lugar a dudas, uno de los participantes provenía de alguno de nuestros pueblos originarios de la región andina. Otros tres mostraban rasgos que denotaban el mestizaje y la integración de las culturas europeas con las nativas. Además, un participante tenía antepasados africanos y otro, rasgos propios de los habitantes de la India. Así se completaba un cuadro que mostraba que la hegemonía absoluta de descendientes de europeos en una reunión de tan alto nivel estaba declinando.
"La misma mirada permitía observar que se trataba de gente relativamente joven para la responsabilidad que desempeñaba. De hecho, sólo dos de los asistentes superaban los 60 años, edad que en otra época habría sido la mínima requerida para participar de una reunión como esa.
"Varios de los que hablaron hicieron referencia a sus profesiones y trabajos anteriores. Contrariamente a lo que podía esperarse, los abogados no eran mayoría. Uno había sido campesino y contó que desde muy pequeño había trabajado en el campo. No pocas veces, su familia pasó hambre porque la producción no alcanzaba para alimentar a todos. Tuvo seis hermanos, pero cuatro enfermaron y murieron antes de los dos años de vida. Otro fue obrero metalúrgico, tuvo veintitrés hermanos y atravesó condiciones de vida similares. Dos eran médicos. La pediatra hizo referencia a su profesión para enfatizar la prioridad que merecía la situación de los niños más pobres en el debate que se estaba realizando. El otro, médico oncólogo, a pesar de sus nuevas funciones seguía atendiendo pacientes al menos una vez por semana. Militares ha habido muchas veces en reuniones como esa; de hecho, durante algunas décadas fueron mayoría. Sin embargo, en este caso el único militar presente había sido elegido democráticamente y un golpe de Estado intentó derrocarlo. Como era de esperarse, había economistas, pero no parecían ser “Chicago boys”. Uno de ellos se había graduado en una universidad de la antigua Unión Soviética. El otro, de origen humilde, logró estudiar en la universidad gracias a una beca ganada por méritos académicos. Su lenguaje “antineoliberal” habría asustado a los economistas que solían descollar en este tipo de reuniones. Para agregar heterogeneidad a las profesiones presentes, también participaba en la reunión un físico-matemático, que durante largos años fue docente. De cualquier manera, y sin lugar a dudas, lo más innovador resultó ser la presencia de quien hasta hace poco tiempo se había desempeñado como obispo.
"La mayor parte de los presentes no provenía de familias de la aristocracia, y sus vidas transcurrieron lejos de los miembros del establishment de sus respectivos países. Sólo dos de ellos pertenecían a familias cuyos padres habían finalizado los estudios universitarios. Por el contrario, cinco debieron trabajar desde pequeños para contribuir a la economía familiar o solventar sus estudios. En muchos casos, sus familias padecieron persecución política. Las experiencia más graves las constituían quien había visto caer en prisión a su padre más de veinte veces, y a sus tres hermanos torturados y expulsados del país, quien conoció a su padre a los 5 años porque había sido preso político, y quien sufrió la muerte del suyo después de soportar intensas torturas en las cárceles del régimen militar de Pinochet. Los padres de dos de los mandatarios presentes habían sido asesinados cuando ellos eran aún niños.
"La mayoría de los asistentes a la reunión habían sufrido proscripción, detenciones o exilio por razones políticas. También la mayor parte de ellos había participado en movimientos sociales o políticos que tenían como objetivo defender los derechos humanos y las condiciones de vida de los más humildes. Quizá por ello, para dirigirse a sus pares no usaban títulos profesionales u honoríficos. Ni “excelencia” ni “doctor” o “doctora”. En cambio, no resultaba impostado el uso -con complicidad y hasta con orgullo- de los calificativos de “compañero” o “compañera”.” (Del Prólogo de Presidentes de América Latina, de Daniel Filmus).

Estos son los presidentes a los que se refiere:
Cristina Fernández (Argentina)
Evo Morales (Bolivia)
Lula da Silva (Brasil) (todavía era el presidente)
Michelle Bachelet (Chile) (todavía era la presidente)
Álvaro Uribe (Colombia) (todavía era el presidente)
Oscar Arias (Costa Rica) (todavía era el presidente)
Rafael Correa (Ecuador)
Daniel Ortega (Nicaragua)
Fernando Lugo (Paraguay)
Tabaré Vázquez (Uruguay) (todavía era el presidente)
Hugo Chávez (Venezuela)

sábado, 25 de diciembre de 2010

El regreso de los feos, sucios y malos


Por Hugo Asch

—Marlowe, ¡no me gustan sus modales!
—Bueno, a mí tampoco me gustan. Me hacen llorar en las largas noches de invierno y me importa tanto que le molesten como que tome la sopa con tenedor.
Humphrey Bogart y Lauren Bacall en “The Big Sleep” (1946), guión de William Faulkner, dirigida por Howard Hawks.

Ninguno de los dos goza de la simpatía de los imparciales de la middle class argentina, siempre inclinados a conceder su apoyo perdonavidas a las más tolerables “flores de un día”, gente de buen corazón pero escasa de recursos o inofensiva, como el Huracán cappista, el Argentinos Juniors de Borghi, el Arsenal copero o Pino Solanas candidato. Sin embargo ahí están, bien arriba y discutiendo el poder, nada menos, ese territorio inaccesible que parecía hecho sólo para los más poderosos. No está nada mal, eso.
Vélez incomoda por su serena eficiencia, algo intolerable para un país desmesurado como éste. Hacen todo bien. Planifican, se organizan, sus cuentas les dan bien, no se vuelven locos ante la primera frustración y cuando se achican, lo hacen de la mejor manera. Hoy tienen un equipazo. Sin dudas el que mejor juega, con un técnico eficaz y de bajo perfil, un arquero sólido, defensores confiables, un caudillo de la casa como Somoza, Maxi Moralez –que con 20 centímetros más jugaría diez años en el Madrid– y tres delanteros notables: el feroz Silva, por mucho el mejor 9 del torneo; Martínez, endemoniado y certero, y Cristaldo, la joya en el banco. ¿Cómo podrían quedarse sin título? ¿Quién se atrevería a discutir semejante liderazgo?
Pues… esos tipos sucios y malos que nunca se rinden. Los de siempre. La tercera generación de aquellos estrafalarios villanos de cómic que hace más de cuarenta años llegaron desde La Plata con ínfulas de cambiarlo todo. Y vaya si lo hicieron.
Este Estudiantes tiene bastante más que mística –del griego mystikós: encerrado, misterioso–, esa curiosa herencia del pasado que, cada tanto, retorna circularmente a lo Nietzsche y se instala sorprendiendo a todos. Acaba de suceder, por ejemplo, con el oficio copero de Independiente, la descomunal mala suerte de Racing o el rupturismo cuasi deportivo de los sindicalistas nativos, los de derecha, los de izquierda o los enganches sin problemas de perfil, como Moyano.
Antes que nada, Estudiantes tiene a Verón, un futbolista superior, incluso, a la suma de sus propias virtudes, el más decisivo que haya visto en este país en los últimos veinte años. Alguien capaz de cambiar la historia con su sola presencia, dentro y fuera de la cancha. Uno de esos que, dice Rodríguez que decía Brecht, resultan imprescindibles.
Y tienen la Voluntad, así, con mayúscula. Voluntad para reponerse después de una derrota. Suelo desconfiar de los invictos, de los infalibles, de las vírgenes y, en general, de la gente sin mácula. La verdadera madera de un hombre se advierte en el momento de la caída, muchachos. Cualquiera se ve valiente y bonito en el tren festivo de la victoria; el tema es mantener intacta la fuerza, el ánimo y la dignidad cuando la frustración te roe los huesos. Por eso amo al Alí que volvió de la prohibición y de Frazier, al Belgrano de Vilcapugio y Ayohuma, al Alfonsín pre Alianza que salió del bronce para ir a perder contra Fernández Meijide y Chiche Duhalde o al increíble Racing que, como Lázaro de Betania, se muere, se levanta y por ahí anda, con mi corazón en la boca.
Para la mayoría, estaban liquidados después de perder la Recopa contra la Liga de Quito. Minga. Ahí los tienen. Sin delanteros, con mil lesionados y chicos del club, a punto de ser campeones. De no creer.
Hacerles un gol parece imposible. Se defienden maravillosamente bien con ese inexpugnable abanico formado con Fernández, Desábato y Re, más Mercado y Rojo en los laterales, Braña en el medio y Orión en el arco, vigilante y sereno como portero de edificio, moviéndose en cámara lenta, controlando quién entra y quién sale. No hay, casi, fotos suyas volando, rasguñando pelotas, jugándose en un mano a mano. Les hicieron 8 goles en 18 partidos. Todo dicho.
En esa telaraña se diluye el énfasis inicial del rival. Se va rindiendo, poco a poco. Entonces actúa el líder, Verón. Y su batuta maneja el tempo de los solistas: Benítez, con un guante en la zurda; Enzo Pérez, eléctrico, vertical, por fin liberado de la banda derecha, y la Gata Fernández, a pura pausa, enganche, amague, creatividad.
¿Y Sabella? Lo llaman “Pachorra” y uno entiende por qué viéndolo, con ese andar lento de tipo mayor a su edad, el pelo como de recién levantado, el gesto sereno aunque las balas piquen cerca. Vivió años a la sombra de Alonso cuando jugaba de 10 en River, del Passarella técnico, de Bilardo y ahora de Verón. A él no le importa. Al contrario: ese segundo plano lo libera de las luces, de la inquisidora mirada del otro. Lo deja en paz, listo para ejercer su antiguo oficio de armador, de sutil artesano de equipos.
Son ellos entonces, los de siempre. Tan feos, sucios, malos, y en lucha por no resignar su espacio. Quizá hasta ganen compatriotas. Si así sucede, sepan que brindaré por ellos.

Diario Perfil, domingo 12 de diciembre de 2010.